La última y nos fuimos
Supongo que encontrar la forma de escuchar su voz y
llegar más lejos no fue tan buena idea después de todo. Detrás de eso hubo una
serie de situaciones que se desataron en mi vida, en la que usted brillaba como
una exquisita solución. Su voz funciono como un consuelo, se lo digo otra vez;
y otra vez repito que no podía creer que fuera usted quien se reía de mí y de
mi estúpida maniobra por conseguir su teléfono. No se lo dije, pero ese día
murió mi padre y pude sentirlo como la señal más fuerte que he tenido en mucho
tiempo, aunque ahora eso no tenga demasiado sentido ni lógica. No se preocupe
en decir lo siento, yo aún ahora ni siquiera lo he podido asimilar. Las penas
no son fáciles de disolver sabe, se cuelgan de la ropa y luego muerden, se
cuelan entre el horario.
Yo no sé si esté será el
último de los recados que compartiremos; siento mucho haberme revelado en la
manera en que lo hice. Sé que debí haber dosificado mi verdad y mi biografía.
Como ve mi curriculum no es muy brillante, pero la variedad es lo que lo me
hace así, el hombre que soy. No soy más ni menos que eso, sólo lo que ve, no
tengo mucho que ofrecer y tengo como todos un historial, mejor conocido como
carga inevitable. Supongo que era mucho pedir que me comprendiera y que me aceptara
de inmediato, ha pasado una semana y lo único que entiendo bien es que la
ahuyente. Un repelente perfecto para las buenas intenciones.
Ahora con lo único que puedo defenderme es decirle
que fui sincero, que habría sido fácil decirle que mis planes de tener una
familia no fracasaron, que estoy listo para la vida, que mi vida está en orden.
Nadie tiene su existencia bajo control a menos que sea un loco de esos que
viven de “Lo que Dios quiera”. Pero no lo soy, y sé que esto no le ofende más
de lo que su imaginación ya la ofendió sugiriéndole que yo sabría qué y cómo
hacer las cosas. De todas formas no crea que no es humillante andar buscando un
consuelo diario; yo quería consolarme en usted, en sus palabras, en su boca.
Sin duda usted es más lista que todo esto y sabía perfectamente lo que me daría
de tarea para pensar. – No sea tonto, no me invite una cerveza- me dijo y
clarito vimos la ofensa. No me malinterprete, me falto imaginación en ese
momento, yo me conformo con caminar, con respirar el aire libre con usted. Sé
que entre este recado y el otro habrá un tiempo indefinido de espera, un soliloquio
que ira y vendrá sin conclusión ni solución. Ya no espero ni siquiera que me
responda, tan solo que esto no sea lo último que nos digamos, lo último que
defina nuestra historia, la historia que nunca podremos tener.
Firma Carol,
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