La última y nos fuimos




17 de agosto


Supongo que encontrar la forma de escuchar su voz y llegar más lejos no fue tan buena idea después de todo. Detrás de eso hubo una serie de situaciones que se desataron en mi vida, en la que usted brillaba como una exquisita solución. Su voz funciono como un consuelo, se lo digo otra vez; y otra vez repito que no podía creer que fuera usted quien se reía de mí y de mi estúpida maniobra por conseguir su teléfono. No se lo dije, pero ese día murió mi padre y pude sentirlo como la señal más fuerte que he tenido en mucho tiempo, aunque ahora eso no tenga demasiado sentido ni lógica. No se preocupe en decir lo siento, yo aún ahora ni siquiera lo he podido asimilar. Las penas no son fáciles de disolver sabe, se cuelgan de la ropa y luego muerden, se cuelan entre el horario.          
Yo no sé si esté será el último de los recados que compartiremos; siento mucho haberme revelado en la manera en que lo hice. Sé que debí haber dosificado mi verdad y mi biografía. Como ve mi curriculum no es muy brillante, pero la variedad es lo que lo me hace así, el hombre que soy. No soy más ni menos que eso, sólo lo que ve, no tengo mucho que ofrecer y tengo como todos un historial, mejor conocido como carga inevitable. Supongo que era mucho pedir que me comprendiera y que me aceptara de inmediato, ha pasado una semana y lo único que entiendo bien es que la ahuyente. Un repelente perfecto para las buenas intenciones.

Ahora con lo único que puedo defenderme es decirle que fui sincero, que habría sido fácil decirle que mis planes de tener una familia no fracasaron, que estoy listo para la vida, que mi vida está en orden. Nadie tiene su existencia bajo control a menos que sea un loco de esos que viven de “Lo que Dios quiera”. Pero no lo soy, y sé que esto no le ofende más de lo que su imaginación ya la ofendió sugiriéndole que yo sabría qué y cómo hacer las cosas. De todas formas no crea que no es humillante andar buscando un consuelo diario; yo quería consolarme en usted, en sus palabras, en su boca. Sin duda usted es más lista que todo esto y sabía perfectamente lo que me daría de tarea para pensar. – No sea tonto, no me invite una cerveza- me dijo y clarito vimos la ofensa. No me malinterprete, me falto imaginación en ese momento, yo me conformo con caminar, con respirar el aire libre con usted. Sé que entre este recado y el otro habrá un tiempo indefinido de espera, un soliloquio que ira y vendrá sin conclusión ni solución. Ya no espero ni siquiera que me responda, tan solo que esto no sea lo último que nos digamos, lo último que defina nuestra historia, la historia que nunca podremos tener. 


Firma Carol,
y con esto les anuncio el final de la correspondencia. 



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