El diablo está en los detalles




            Perdí al personaje y de pronto me atoré en la historia. No sé cómo explicarte que yo inventé a un hombre completo con cualidades y quehaceres, con defectos y obsesiones y luego se me apareció tal cual. Tú sabes que lo primero que hice, después de que se me quito la sorpresa fue salir corriendo hasta este ordenador a escribir; cansada de explotar mi imaginación, la vida de las casualidades me dio una tregua para dejarme descansar y solo transcribir lo que este personaje iba haciendo con su vida y por lo tanto con la mía.
            Cuando desapareció me entró la ansiedad y no fume más, pero fumaba mejor: siempre pensando en guardar los detalles para darle más vida a las escenas inventadas. Por lo general archivo situaciones que se me presentan como algo nuevo, retorcido o inimaginable. A veces guardo diálogos que me sorprenden de la gente y casi siempre algo que haya pasado que lleve por fuerza el nombre de una sola persona, la testigo, la cómplice, alguien que me haya dado lo mejor de sí con ese detalle. Una palabra o un recuerdo recordado. Por ejemplo, me pregunto cuántas cosas le tuvieron que pasar a mi tía, para que paradas en medio de una joyería, dijera que ahí había estado un ángel cuando vio que el piso estaba lleno de plumas. ¿Qué hacía un ave dentro de una joyería y qué hacía mi tía diciendo que ahí había estado un ángel? Nada y nada, pero daba en que pensar y a si soy yo. Me hago dos preguntas contrarías y perpendiculares al mismo tiempo para contestarme que es lo que debo hacer. Igual que en los exámenes de personalidad cuyas preguntas y opciones no tienen una que ver con la otra pero que según por fuerza hay que elegir algo y así elijo yo. Entre dos ideas espeluznantes la peor, entre dos hombres asombrosos elijo al de las sombras. Comprenderás entonces que la ansiedad no es fácil. Cuando Héctor salió de mi radar comenzaba a escribir que volvía a mí al final y al cabo yo lo había creado. Era mi invento. Y cuando le dije que él no tenía vida propia, que él estaba ahí porque yo le había hecho un papel importantísimo en una historia que nunca verá la luz, se sintió aliviado; creo que sintió que se quitaba la responsabilidad de su destino en un momento precisamente en el que no se quería hacer cargo. Confiaba en mí porque yo le había revivido un poco convenciéndole de que su papel era vital de modo que yo me había vuelto su escritora favorita y así nos enganchamos. Yo le necesitaba y él a mi ¿Qué locura no?
            Después escribí que ahora me dedicaría a escribir las historias de cómo había ido encontrando a los personajes de la novela que estaba escribiendo, tenía la sensación de ver un espejo a través de un espejo, de tomarle una fotografía a alguien que toma una fotografía, de hacer una escultura de alguien que está esculpiendo. Seguro la ciencia tiene un nombre para esa situación pero yo lo llamare –Ansiedad nivel insoportable-. Suelo ser muy redundante en las cosas que me parecen importantes y me sorprendo siempre del poder de la mente. Y hasta entonces no creía que haber perdido la inspiración para continuar con ese proyecto era una señal de que en el camino me aparecerían nuevas escenas y nuevos personajes que no habría tenido la necesidad de inventar.




Siempre encuentro los medios para no aburrime
Firma Carol 

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