Ensayo de un corazón borracho: Parte II
¿Cómo se libera uno de lo que no tiene?¿De lo invisible?¿Cómo se ve uno una mancha en la espalda en un mundo donde todos los espejos se estrellaron?¿No es ese el último fin del amor, de las cosas y de la vida?. / Cuando estoy en una crisis caigo siempre en la tragedia, y cuando bebo: más, pero cuando escribo: peor. / He de ser uno de esos escritores dramáticos y trágicos pero en la versión frustrada, de los que se vuelven alcohólicos y la gente cree que siempre le escriben a la misma mujer. / A partir de mañana mi inconsciente comenzará con una serie de sueños que tendrán como tema el Plan A fallido. / Luego soñaré con la muerte y con las cosas que se desvanecen con el tiempo, abriré los ojos y un campo tapizado de equinos amputados aparecerá frente a mí y yo no tendré ningún botiquín de ayuda y aunque lo tuviera no sería capaz porque estaré paralizada ante el miedo de que tú seas uno de los amputados. / Las cosas que dijimos, lo que hablamos y dejamos al aire, la certeza de que todo para nosotros sería incierto y peor, nosotros aceptándolo. / Tus manos raspadas y heridas no podrán detenerme (mucho menos a mí que con tantos asuntos inconclusos peso tanto) cuando en el sueño alguien me deje caer al vacío de un paisaje sin fin. / ¿Cómo me alcanzaría la segunda ronda de resignación para una vida de sueños que yo misma no puedo controlar?. / Hoy es el día –uno- y ya he planeado todo un destino sobre tu olvido. / ¿No les dije que era trágica y controladora? ¿No les dije que el desahogo en literatura sabe mejor?. / Que este ensayo que a nadie le interesa me va a salvar el alma una noche sin luna como la de hoy, que me doy pena y luego me rio, que en cualquier momento voy a estar saltando. / Porque soy una mujer que pasa de las penas a las carcajadas sin ningún trámite y que así como llegan las basuras invisibles a los ojos, me llega y me amordaza la nostalgia./
¿Ya no me quieres?- preguntaste, como si esas
preguntas se respondieran con monosílabos. / Fue la misma clase de pregunta que te hice
alguna vez y que tú tampoco pudiste responder / - ¿Qué quieres de mí?- / Me dijiste que esa pregunta no tenía una
respuesta verbal, que no puedes definir algo así porque en primera, uno no dice
la verdad por miedo a parecer ridículo y en segunda por miedo a aspirar tan
poco en una sola respuesta. / Así me llego la mudez cuando me preguntaste lo
que ni siquiera se pregunta. / También tuve miedo de caer en lo ridículo, no
creas, tuve miedo de cortar de tajo la piel fina que nos cubría, de creerme mis
propias palabras fueran las que fueran. / ¿Soñaré acaso que me interrogan
durante horas con la misma pregunta? ¿Que ese sueño frecuente en donde no me
sale la voz y tengo la boca seca se repita pero ahora en tu escenario?. / Imagino
tu recuerdo degradándose a punta de un desprecio disimulado pero también me
imagino tenaz, conservando la mejor versión de ti para el álbum de los des-conquistados.
/ Es cierto que me superaste; y eso no tiene que ver ni siquiera con la resignación:
estás palabras, estas, las que acabo de decir tienen que ver con el orgullo. / Jamás
pude predecir un movimiento tuyo: todo lo que hacías superaba mis sospechas y
cada hipótesis que tenía se reemplazaba por un nuevo cuestionamiento sobre ti,
sobre tu vida, sobre tus motivos para hacer las cosas, sobre tus razones para
jugarte la vida siete u ocho días a la semana. / ¿Ahora cómo voy a
imaginarte?¿Cómo voy a sacarte fuera de un escenario en el que cual yo ya era
interprete? ¿Cómo podré separar a esos mundos que se unían desde lejos? ¿Soñaré
que los corredores de apuestas me persiguen para quitarme tu olor, o tu tacto
grabado o tu gesto pensativo? ¿No es la resignación y la despedida una bomba
que se activa sola? / Las despedidas es otro tema nato y frecuente de los
trágicos: poder despedirse es una cosa y un adiós arrebatado es otra. / El
desprendimiento causa incomodidad, sobre todo porque se pasa de una vida a otra
y en otros casos, también es literal. / Sí a mí, que me aburro de las cosas
fácilmente, me cuesta incluso desprenderme de lo que no quiero, no sé imaginan
por ejemplo, como me cuesta safarme de las historias que un día fueron y son
literatura para mi y en mi. / Y esa es otra cosa, que tampoco he podido ni
quiero arrancarme. / La primera vez que escribí de ti: dije que quería
conocerte y hoy, no sé cuántos días después (que miedo contarlos) te digo adiós
/ ¿Debo dejar de comparar al amor con la
muerte?/ Yo tampoco tuve presente tu cuerpo para despedirme con el tacto de los
que merecen; tu voz entrecortada por la distancia, diciendo gracias por
estupideces que ni un niño agradecería: no me basto y no me bastará hasta que
la voz del mundo sea intermitente y el llanto seguido. / Encuentro posible otra
razón para que el subconsciente me fastidie: al no tener una despedida digna,
soñaré que te alejas, sonaré que te mueres, sonaré que el lugar no es el mismo
y que el adiós es otra puerta cancelada al igual que el olvido, al igual que la
resignación./ Habrá un vacío en nuestra
historia, quizá por el momento el primer vacío visible hasta que otros peores y
más trascendentales aparezcan, habrá un hueco en la secuencia de nuestra corta
historia y más corta se verá con la ayuda de esta necesidad de despedirme, de
decirte adiós en la boca y con mi boca./ Y que miedo, por ejemplo que ese círculo
inhumano jamás se cierre, que quede abierto incluso para cuando inicie un nuevo
año, para cuando nuevos personajes vengan, para que cuando escuche tu nombre (
ese mismo que dije con miedo la primera tarde del comienzo del fin del mundo)
una avalancha de objetos peligrosos se dejen ir contra mi integridad
sentimental. / No sé qué voy a hacer cuando ese momento llegue, cuando la
resignación se convierta en algo permanente, mientras encuentre a otro hombre
que me renueve la fe en los hombres, aunque sea con lujo de violencia /…/
Firma Carol / Lleven a esta pobre piedra a embriagarse más
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