Quién te viera
. Cuando pienso qué podrías hacer una locura por mí imagino
que me tropiezo y me levanto sangrando de la nariz. Quizá no pueda soportar que
alguien como tú haga algo de lo que en los libros dice que hacen los amantes
por los amados. En el asiento del chofer, haciendo la observación de que esa
canción ya se había repetido tres veces me decías que no querías que se te
hiciera tarde para venir a verme, después del festival de inglés que se había
alargado tanto. No importa decía yo, no importa, mientras sacaba de mi bolso dos
ibuprofeno para anestesiarte, sin saber, de la vida que ya no querías y te
fastidiaba tanto.
La soledad es algo que se sospecha, uno dice una palabra y de
pronto entre las letras se le nota que
está solo, se le nota que está abandonado. Y luego comienza a hacer las cosas
con un apuro desconocido, con la mirada clavada en la primera oportunidad para
desquitarse, así te encontré yo aquella tarde. Es increíble como las cosas
cambian de valor; a lo que a alguien le parece irresistible, a otro ya le
resulta aburrido, dijo mirando hacía enfrente con una mano en el volante, a lo
mejor pensando en el clasificado del periódico, o a lo mejor queriendo irse a
buscar un crédito para financiarse un destino nuevo. Entendí perfectamente de
lo que hablaba pero yo lo hubiera dicho mejor si en ese momento no hubiera
estado en mi papel de cobarde: Es esta la ecuación perfecta: a ella se le olvida
hacerte una caricia mientras yo me estoy muriendo por tocarte. La canción que
sonaba y que hablaba de los dos, nos daba el pésame, el mago me besaba la mano
como un loco.
El atardecer se explayaba en el retrovisor mientras
esperábamos que volviera el conductor de una camioneta que nos había dejado encerrados
en el estacionamiento. Me miraba como si no estuviera seguro de que fuera yo la
que estaba ahí con él, pero no me preocupo, a mí muy seguido me pasa lo mismo.
Que no estoy segura de ser yo hasta que hago cualquier estupidez para echar a
perder las cosas y hacerme pedazos. Con esa cara todas las tardes antes de irme
a escribir, yo redactaría todos los ensayos del mundo con el tema de las
benditas casualidades. Pues no he podido asimilar todavía todas las
casualidades que se han presentado desde que nos conocimos; muchas veces he
creído que soy yo viendo señales donde no las hay, pero esta vez estoy segura
que no es mi imaginación sino un destino de novela que me anda siguiendo.
No es posible que de un momento a otro todas las
casualidades que anduve buscando se disparen hacía a mi como flechas y yo no
pueda esquivar ninguna. El letrero de la cantina, un cardenal equilibrado en
una peligrosa púa de las que él construye en su bonito taller, el color de los
ojos con los que nacen los weimaraner, los perros del color de la tierra. En cierto punto las cosas se vuelven extrañas
y lo que un día antes dije en una carta, al día siguiente las circunstancias me
obligaban a hacer y decir lo contrario a lo que quiero. Te extrañé tanto dijo
mientras me daba una nalgada.
-
¿Qué cambiarías de mi?
-
¿Además de lo evidente? Nada.
Firma Carol
Otra vez nosotras.... "Ya no voy a recuperarte" - pronunciare yo mientras encajo las uñas en su espalda.
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