Tengo el miedo de los inocentes y el mismito que sienten los cobardes. Lo siento cerquita mordiéndome la oreja con el mal del “Te lo dije”. Yo sabía desde el principio que esta situación estaba mal. Ahora es más bien delito y tragedia. El recuento de los daños es insoportable y las facturas que debo de pagar me dejaran en la calle. Bien dicen que si no quieres que te rompan el corazón debes fingir que no tienes uno, pues si, pero no se imaginan cuánto me duele el puto estómago.

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