Esto salio de mi imaginación hace 15 minutos, espero que les guste


No era un café, era un restaurant. No servían tan mal el café pero siempre era una batalla dura encontrar el azúcar. Desde que no creo en el amor a primera vista, tengo que endulzar todo, todo lo que me como. No había demasiada gente, una chicas por allá, unos esposos del otro lado, y una anciana con una señorita que parecía querer venderle la muerte. Elegí una mesa con tres sillas, ahí estaba la azucarera, como nunca antes visto, junto a la sal. Eran dos recipientes iguales, yo que toda mi vida he vivido confundida bien podría haberle echado sal al té. Pedí un filete, el hambre no era mucha, pero las ganas de escribir me estaban matando y tenía que irme a un lugar totalmente lleno de olores y de gente para poder escribir poesía pura. Habría pedido un hígado encebollado con tal de escribir los versos más exquisitos, los más ricos de leer, los más deseados entre todos los escritores perdidos. Me daba gusto que la música del lugar me apoyara dándome concentración, nadie la escuchaba, sólo yo. Ni los meseros, ni los cocineros ni la señorita que se jalaba la media antes de que llegara su cita. Yo también tenía una cita, yo también iba guapa. Tenía una cita con mi libreta y aunque ya estaba en el lugar, ya estaba tarde. La saque de mi bolso de cuero café. Comencé escribiendo “La última vez que nos vimos, me trajiste a casa y cuando entré, cerré la puerta y me quede justo detrás de ella deteniéndola, o ella deteniéndome a mí, mientras  me apretaba el pecho como si estuviera en un carnaval y no aguantará más ..” me trajeron la comida, olía bien, tan bien que me habría gustado que ese olor reinara nuestra apartamento cada jueves por la noche. Se acercó el mesero, lo tome del brazo y le dije  - Si mi hombre estuviera aquí, ya le habría pedido dos platos más iguales a este, gracias joven-
Me sonrió por cortesía y se fue.  Y allí estaba yo, enfrente de ese enorme plato cuando de pronto vi que no tenía un cuchillo a la mano. Comencé a perder la calma, y me paso por la mente ‘fue una mala idea venir a este lugar, fue una mala idea’. Mis ojos se convirtieron en vidrio, comencé a golpear la mesa y el mesero vino a mí –Señorita, se encuentra bien?- Y le dije - Le molestaría si comienzo a comer con las manos? - Me miro extrañado y me dijo – No señorita, como usted desee- Y entonces yo conteste –Es que mi hombre no está aquí, el ya no está, desapareció, y no está para decirme que rompa las reglas, que no use el tenedor, que coma con las manos-

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