Vivimos en un mundo dónde se nos arrebata lo que tenemos
sin previo aviso y sin ninguna explicación. A veces pasa con todo, el amor, la
familia, el dinero, las mascotas, la libertad; aunque algunas de estas se
pueden recuperar hay otras que cambian tu vida para siempre. La clave no es la
palabra ‘siempre’ sino la palabra ‘vida’ . De pronto un día, te encontraras
desayunando sólo, tomándote el café que compartías con alguien que ya no está,
discutiendo lo indiscutible contra un periódico que sólo anuncia injusticias.Un día conseguirás un ascenso en el trabajo y no lo podrás celebrar como te
gustaría haberlo hecho. De pronto, por más azúcar que le pongas a las bebidas
la vida será más amarga, por más colorido que vistas los días serán más grises.
Y la palabra ‘siempre’ no va a importar porque lo único que estarás pensando es
que finalice ese día, y el otro y el que sigue; y entonces esa palabra
romántica, ya no tendrá ningún significado y será más bien como una maldición,
porque no tendrás el control de hacer que se termine el ‘por siempre’ y que
comience el ‘jamás’. Y eso es lo que nos mata, no poder controlar la
durabilidad de nuestros eventos. Pasa que los mejores momentos se vuelven
efímeros, casi instantáneos y las tragedias se vuelven interminables y el día
no se distingue de la noche, y todos los días son como lunes, y todos los fines
de semana como un funeral. Y eso es lo que nos mata, y suerte de aquellos que
tengan quien los reviva, porque en este mundo todo dura muy poco.
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