Me parece que eran las dos de la mañana masomenos. Y mi ubicación era en el bar menos prestigiado de casi toda la ciudad. Nos estábamos mensajeando mientras nos corrían del bar. Él ya estaba en su casa y no es que se estuviera asegurando de que yo estuviera bien o de que me estuviera divirtiendo, sino que a esa hora se platica más agusto. No logramos vernos porque para variar algo se interpuso. ‘Cuando llegues a tu casa, me llamas’ y de rato yo tome un taxi directo a casa y no porque quisiera hacer la llamada, más bien era que si la noche no me iba a dar nada más, no quería ser parte de ella.
Lo llame después que me puse el pijama y me quite el maquillaje. Somos dos extraños que se hacen llamadas telefónicas durante la madrugada para saber qué es lo que pasa de la vida de cada uno. En cuanto respondió le dije – Hola, ¿ya te de divorciaste? – y enseguida me contesto – Ya extrañaba tu voz- Le dije – Ya estoy en casa-
Luego nos dijimos tonterías y de repente nos quedábamos tan callados que pareciera que estuviéramos en la misma sala y solo nos estuviéramos viendo. Hablando con los ojos. Llenando con palabras sin sentido el hueco de no poder vernos con libertad. Y hay veces que me muero por ser el Che Guevara y que me corra la sangre roja tal cual mi labial chanel e irte a sacar de tu cárcel.
Y decirte como te dije por teléfono ‘Ni que el amor existiera’, y aun así agregarte: Escápate conmigo, total. A todos nos gusta romper reglas.

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