Días de perros



Me gustaría contarles un poco de mi semana y la moraleja que tuvo o que más bien me inventé.
La primera es acerca de los perros. Sí, perros; caninos, cuadrúpedos, costales de pulgas, esos que tanto adoro. Entendí que son puro sufrimiento y lloradera. Díganmelo a mí, que nada me rompe más el corazón que ellos, que su soledad, su abandono o su enfermedad, su ‘aunque me pegues te sigo queriendo porque eres mi amo’.
Entendí que su compañía (me) da a veces muy malos momentos y no se diga cuando se van y ya no pueden nunca volver. Dicen que no existe un cielo a donde vayan los perros, me enojo y entonces pienso que no lo hay porque tal vez nunca se van y puede que me tranquilice un poco más tarde.
Pero donde hay aflicción también hay alegría, y eso significa que vale la pena correr el riesgo y aceptar el compromiso de vivir con su presencia. Me pongo firme, inflo el pecho y me agacho a acariciarle la frente, justo en medio de las orejas a cualquiera de estas criaturas.
Lo segundo que quiero contarles es acerca del valor. En realidad el tema involucra muchas cualidades más.
Ayer último sábado de octubre, estuvo Joaquin Sabina en la ciudad y ese es un evento que yo pienso, jamás, se repetirá, porque era algo así como la gira de despedida. Para mi mala suerte, desde luego. Y una situación me puso entre la espada y la pared y sólo pude verlo una hora. También quiero aclarar que me moría por ir a ese concierto y que Joaquin Sabina me inspira hasta cuando estoy en el baño.
 Era importante asistir para mí, mi literatura y mi lista de cosas por hacer antes de morir. Dios (creatura ausente por los siglos de los siglos, amén) literalmente sabe porque no fui, hay luchas que a veces a uno no le corresponden pero igual sale embarrado. Ya Sabina me perdonará por no haber ido a aplaudirle como una loca, aunque no sé si yo lo perdone a él por no haber ido por mi hasta dónde estaba y haber cambiado el destino de mi noche.
Lo último es acerca de la -prisa- Tener prisa de esto, tener prisa de lo otro. Entre el dame un beso, dame otro, súbete la cremallera del vestido, se te va a hacer tarde para la clase, no inventes no te vayas, pásame tu número, ¿cuándo te vuelvo a ver?
Sospecho que entre tanto tumulto, le dí mal mi número de teléfono a aquel desconocido. Lo que significa que ahora no podremos encontrarnos. Hasta que la suerte lo decida. Hay días que me apendejo de lo lindo. Fin.

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