Los perfumes de Esther


                                             

Yo vivía una vida paralela cada vez que llegaba a la casa de la señora Esther. Ósea de lunes a viernes de 9 a 1pm. Después de tres semanas de trabajar en su casa, me dio las llaves de varias puertas. Y con eso, la otra vida que necesitaba para olvidar un poco lo miserable que me había vuelto. La primera persona a la que debo agradecer es a Esther, primero por cambiarme el nombre, segundo por su esencia y por inspirarme a ser otra mujer.
Mi nombre es Aly para ella… Y así es la señora, si algo no le parece demasiado atractivo o bello, lo cambia, lo transforme en algo mejor sin pedir permiso y al final, todos hemos terminado agradeciéndolo. Cuando llego a casa recuerdo que mi nombre es Aracely y que si el piso se ensucia no podré limpiarlo mientras bailo jazz o lo que sea que diga el reproductor de música de Marcos, el esposo de Esther.
La cocina es maravillosa y los baños están llenos de velas que hacen invaluable un baño de burbujas. Me veo en el espejo y entre toda esa elegancia, parezco una mujer de revista, o eso pienso yo, limpio todos los días los espejos y ordeno, como una amante fiel los cosméticos de Esther.
Cuando es el turno de su habitación, primero ordeno las cosas del señor Marcos, sus zapatos, sus sacos, por ejemplo. Y al final como un pequeño deleite para mi noble oficio, me encargaba de todas las pertenencias de la señora, sus zapatos, que me los media una y otra vez y caminaba con ellos como si estuviera en un baile importante, o en la graduación que nunca tuve. También me he medido sus vestidos, es verdad que a Esther le lucen como si alguien hubiera pensando en ella al hacer esos atuendos. Luego continuo con su tocador, ordeno sus cremas y sus perfumes, esa es mi parte favorita. Dónde pruebo también esa parte de su vida.

En la que me digo a mi misma: Aly, con este olor, tal vez esta tarde no te ignore Marcos


Firma Carol
Mata y luego inspira 

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