As de espadas
Hace
mucho no tengo una casualidad grande, una casualidad de esas que dan miedo,
esas que se tienen que decir para desahogar el asombro.
Las casualidades mayores son las que atraen cuerpos o
respuestas, algunos les llaman señales, ya no digamos coincidencias y para eso
no se necesita mucho, pero tampoco dependen de uno. A veces somos suertudos por
el azar, nada más de saber que hay cuatro ases en la baraja, y que la baraja
tiene un mazo de cincuenta y dos cartas, lo que es cuatro oportunidades de
cincuenta y dos.
Hace mucho no tengo una casualidad tan grande a la que le
pueda sacar la probabilidad, de esas que digo ¿Cuántas posibilidades había de
que me encontrará con este cabrón?. Me han pasado esas casualidades y ahora
necesito una de esas, una grande, quizá la más grande de todas, en las que algo
tapa al sol dejándome ver para actuar. Podría decirse que yo quiero el elipse
que los astrónomos esperan todo el año, algo así pero más soberbio, más deseado
y en la que no tengo formas de calcular, ni siquiera por la rotación de la
tierra, cuando se aproximará.
Una vez iba por la calle más transitada de la ciudad
hablando de mi amor en cuestión de aquel tiempo y me lo tope de frente; en una
hora a la que nunca caminaba por esa calle, con cientos de personas pasando,
con un semáforo que cambiaba aproximadamente cada minuto, en una calle donde
cualquier distracción merece el detenimiento de los peatones. Ahí estaba frente
a mí con su cara a un palmo de la mía, quizá nos buscábamos con el pensamiento
y nos llamamos en secreto hasta ese lugar. Eso es justo lo que necesito ahora, algo así pero mucho más elaborado, más
profundo, ya no digamos que tropiece en un paso peatonal y caiga en tus brazos.
Firma Carol,
Me siento como cuando tienes pendientes emocionantes que hacer
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