Lineas indivisibles


Ni siquiera cuando escribo sobre usted sabiendo que el escrito será solo mío, ni siquiera entonces me atrevo a tutearlo. Sin duda usted pertenece a otro mundo y lo sorprendente no es eso, sino que por lo mismo usted tiene derecho a desaparecer de los otros mundos en los que a veces se cruza su tangente. Le recuerdo sin embargo que también tiene el derecho a quedarse, y quién sabe tal vez le deje pensando en esto, en que estaría pensando yo para terminar hablando sobre lo que puede o no hacer. 
El sistema de notas que hemos comenzado a compartir (yo no me atrevería a decir que son cartas) se ha detenido con su ausencia: lo espere desde las doce treinta hasta las cuatro cuarenta y cinco y su silueta jamás cruzo mi puerta. Yo soy una persona demasiado paranoica y lo que podría esperar primero, es que mi mensaje por escrito no lo haya espantado, que no haya muerto o peor que se haya cambiado de ciudad. Sí alguna de esas posibilidades es real le ruego que recupere un poco de la vanidad con la que se acercó a mí y me avise su situación no importa si no es con lujo de detalle. Si muere, le pediré lo mismo: que hecho fantasma se acerqué a mí y me susurré al oído lo que habría querido decirme si estuviera ebrio o encandilado, si no estuviera en su situación que no es la más deseable, si tanta brecha no nos separará igual que se separan las tierras que tienen otros dueños, una linea invisible pero documentada bajo un sello legal. 
Tal vez la vanidad sea solo mía, pero no haga ahora como si al principio no me hubiera hecho sentir merecer un poco de su tiempo, si no me va a dar, al menos no me quite. Si entendemos esto podremos seguir con este juego. Un juego que a mí me gustaría tuviera turnos alternos, una vez usted, otra vez yo.
Le confieso que hoy pensé en que nosotros no somos ninguna casualidad ni ninguna coincidencia.  Eso me causo un gran alivio, de cierto modo no tendremos la obligación de cumplir un destino que a lo mejor ni siquiera queremos. Podremos correr libres a través de la historia que podríamos o no decidir tener. ¿Se da cuenta de la frialdad con que se va desenvolviendo mi mensaje?. Es para amortiguar lo dicho, hoy lo estuve esperando. Hoy más que los otros días porque anoche soñé con usted y yo sabía que era usted pero no podía verle el rostro. De modo que desperté con la sensación y más tarde con la consciencia de que no recordaba su cara, apenas su silueta. Tal cuestión me llevo a concluir que esa es solo otra prueba de que no lo he visto suficiente de frente, que mi premio de consolación (y que bastante bien consuela) es verlo casi siempre de espaldas.
Le ruego que encuentre un motivo y un momento para asistir a esa cita sin hora de la que a veces somos víctimas, que me ha dejado colgada del hilo del suspenso y que la injusticia de soñarlo no sé desvanecerá hasta que aparezca con su rostro a decir –buenas tardes- aunque yo prefiera que diga –buenos días- mañana a la primera hora del día (…) 


Firma Carol, 
Uno no valora las coincidencias hasta que estas dejan de ocurrir 

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