Déjame ser tu juguete
2 de septiembre.
Cuando dije que me hacía falta sufrir para escribir mejor me
sentí trágico y miserable, y a pesar de todo tenía razón. Yo no podía seguir
inventándome los sentimientos de un personaje que había dejado de ser yo.
Escribí con el sentido común que supone terminar una historia, necesitaba la
tristeza para terminar el episodio de un personaje que estaba a punto de
matarse. No estaba tan equivocado, lo común no impresiona a nadie y está
conversación conmigo mismo me lleva a pensar en ti, a que no me impresione cuando
supe que no eras común, si no a la forma en que tú misma tratabas de convencer
a los otros de que eras un gasto de fuerzas innecesario.
Tus ganas de desprestigiarte para ahorrarte episodios que
pensabas que no te servían de nada, me altero ¿Cómo ibas a saber de qué te
perdías si al poner el pie en el charco ya sentías que te ahogabas?.
A
cualquier que le hubiera dicho lo que pasaba,
habría pensado que eras mi premio de consolación, el premio más bajo y humilde
para los que fracasaban en el olvido. Por el contrario yo no me sentí
desdichado, cuando en el lienzo gris que se me presentaba a diario en la vida
comenzaron a aparecer mosaicos que eran iguales a ventanas en los cuales a veces se asomaban tus ojos.
Ahí fui yo el que sentía que se ahogaba cuando tu mirada no sé quedaba quieta
mirándome solo a mí. Incluso hasta llegue a pensar, dejando todo lo evidente de
lado, que no era suficiente cosa para ti, ni siquiera tampoco como un premio de
consolación.
Lo que me
alentó fue más triste todavía: estaba totalmente dispuesto a ser tu juguete, a
darte fuerzas para terminar las historias escritas que jamás habías terminado.
Me iba a ofrecer como un parche de los otros, iba a recoger los platos rotos
que habían dejado en tu vida y en la historia que a su vez, tratabas de
escribir. Para mí no era necesario más, lo digo en pasado porque después de
tanto tiempo de pensarlo apenas ahora lo decido. “Déjame ser, aunque sea tu
juguete” te quise escribir y dejártelo a
la mitad del camino entre tu mano y la mía. Aún no logro hacerlo porque estoy
esperando una oportunidad, aunque no sepa cual, espero que en ese lienzo del
que te he hablado antes se escriba por sí sola, por obra de Dios o del diablo
una señal. Lo cierto es que aunque te burlarás de mi oferta ni siquiera me
sentiría ni un poco, ni tantito cerca de ser infeliz.
Firma Carol,
Todo viniendo de ella le parecía una terrible caricia
Comentarios
Publicar un comentario