Pareja de moscas





Cuando lo vi ya estaba a un metro de mí y no tuve tiempo de procesar su presencia. Todavía me siento extraña cuando quiero pronunciar su nombre o lo digo mentalmente, no me puedo acostumbrar a que tenga un nombre fijo. Tenía una gorra color negro con un dibujo que no pude identificar y sus habituales lentes oscuros, parecía que se ocultaba de la gente o de la luz del día. Cuando me aproxime, me jalo la mano hacía a él y sentí que me la mordía con sus dedos de lo fuerte que me apretaba. Me miro de una manera tan tibia que sentí un extraño calor en el cuerpo y le sostuve la mirada hasta que no aguante la seriedad y le sonreí. Esa tarde me miro de una manera que me gustaría que me miraran toda la vida. Cuando sonreí y le dije -¿Qué?- y quise zafarme de su mano fuerte, también él sonrió y fue como si sacudiera la cara y se dijera a sí mismo “Compórtate”

– Las moscas están invadiendo mi casa, si tienes algún remedio casero dímelo- me dijo y no tuve miedo de lo que eso significara. Por primera vez, cuando bajo la mirada pude observar desde arriba su nariz y la orilla de su labio superior. Su piel tiene un color diferente a otras pieles que he visto, pero no se lo dije. Y todavía seguía apretándome la mano como si el me estuviera ayudando a asfixiar una mosca dentro de la cueva que formaban nuestras manos, pero en realidad la que lo ayudaba era yo. – Es que va a llover en estos días, por eso hay tantas moscas- le dije para tranquilizarlo porque ya había comprendido que a eso había ido a mí. Mi abuelo me dijo una vez que cuando estaba por llover, las moscas se alborotaban y se conseguían una pareja; lo que yo me imagine entonces es que se reunían con otra mosca para joder a la gente parándose en su boca, en sus pestañas, para enloquecer a las vacas haciendo que giraran su cola en 360 grados como un abanico, para dejar larvillas en las galletas que los niños dejaban abiertas. Él miraba hacia afuera con esa mirada perfecta de la confianza, como si tan solo de llegar ahí, a mí, a donde yo estaba, encontrará el remedio casero que buscaba. - ¿Usted saldría conmigo?- me preguntó sin verme a los ojos para que pareciera una pregunta casual en frente de la gente- Depende- le dije también sin mirarlo- ¿De qué? – me preguntó. – De todo, hasta de las moscas- contesté. 



Firma Carol,
¿Cuándo me vuelva loca dirán que me conocen? 




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