Telepáticamente
31 de julio
Tanto diferencia de tiempo y espacio entre este recado y el último que le
envié. Ya sé que usted prefiere que hablemos frente a frente, sé que prefiere
ver mis gestos y apretar mi mano cuando algo importante esta por confesar, sin
embargo esto que le quiero decir no cumple con los requisitos de la confianza
plena. Yo siempre he preferido escribirle porque me da más tiempo de pensar y
no corremos el riesgo de la interrupción pública.
Pues bien, le prometo que no soy una mujer que beba demasiado. Me tomo dos
copas en medio de una reunión, casi siempre por capricho de no querer estar
ahí, me tomo una cerveza en medio de un partido de beisbol, o un vino después
de la comida. Se puede decir entonces, que bebo por venganza. Sin embargo, aquella
noche fue distinto. Me tome dos copas, la cerveza y el vino multiplicado por
dos, casi por tres y la venganza vino después, casi después de la media noche.
También deberá saber que cuando me enojo, no discuto, solo me marcho.
Le dará gusto
saber que no me atreví a salir a la calle caminando en ese estado y a esa hora;
y aquí es donde entra usted. Se puede decir que usted me detuvo. Que me envió
telepáticamente una advertencia de que no lo hiciera, y todo eso paso después
de que yo pensé en que si hubiera tenido su número de teléfono le habría
llamado, con esa voz de alcohol, parada en la esquina, con las medías rotas de
coraje. Usted me detuvo, porque mientras pensaba en que usted ya venía hacía a
mí, como si yo en verdad lo hubiera llamado, o como si en verdad existiera la
telepatía entre nosotros, el enojo se iba haciendo pequeño entre las
estrellas borradas de la noche. Tendré que decirle también que yo solo lloro
cuando estoy enojada. Y que si esa noche hubiera venido a mí, yo habría corrido
hasta usted con los ojos de haber llorado. Me habría hecho ovillo en sus brazos
y probablemente el llanto habría vuelto. Si a usted eso le parece demasiado
dramático y meloso, entonces mejor diré que habría venido hacía a mí y que yo
le habría querido golpear la barriga para descargar mi enojo como una niña
pequeña, si es que en ese momento el tino me hubiera funcionado. Yo nunca bebo,
pero ese día no podía ni sostenerme y no me da vergüenza decírselo. Más
angustia me causa haberlo necesitado tanto y no tener forma de llegar a usted,
o usted de llegar a mí. Pienso que ese es un severo problema que debemos de
resolver. No quiero que otro terminé sacándome en brazos
para llevarme a casa; yo quiero que sea usted y nadie más que usted.
Firma Carol,
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