La polilla de su mano




Cuando la vio de cerca todavía, no podía creer que fuera ella, que la tuviera más cerca que nunca, que estuviera al alcance de un toque. Estiro un brazo hasta casi tocarla y cuando se dio cuenta que la proximidad era real, se detuvo. Sintió la atmósfera diferente desde que ella había llegado y en el aire había cierta tensión; era natural que la primera vez que se vieran cualquier movimiento que hicieran fuera más brusco de lo habitual y que se sintieran en los ojos del mundo.

Se miraron como si no se reconocieran, o más bien, como si apenas se estuvieran reconociendo. Sus miradas no chocaron, pero sus manos sí, primero encontró sus dedos y luego su mano se extendía como una polilla entre las suyas. No hubo fuegos pirotécnicos, pero la inauguración de lo suyo, estaba claro. 


Frima Carol,

Dos mundos desde lejos se unen 



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