Toma(me) nota



              Les confieso, que el destino como tal, me coloco ante los ojos, a la altura de las manos, la historia que había estado buscando. Me aventure como se aventuran los escritores jóvenes, novatos e ilusos con una historia que por supuesto, era mitad verdad y mitad mentira. Cuando se me acabaron los recursos y las ideas, apareció en mi vida un hombre que traía consigo toda la narrativa que yo había querido escribir. Se planto frente a mí (de la manera más deliciosa y sensual) como si dijera –Aquí me tienes, toma nota-. Y yo que nunca he perdido una oportunidad para echarme a perder la vida, ni siquiera la más mínima, ni un rasguño ni el drama más minúsculo: no me negué. ¿Qué habría hecho yo si ese hombre se hubiera quedado más tiempo?, sin duda mi propia historia, una historia de la imaginación, me habría destruido.
              Es una lástima, por ejemplo, que yo haya decidido redactar mi libro en tercera persona y no desde el fondo de mi, que es mi forma habitual de escribir. La diferencia es que yo no soy la única protagonista, ni siquiera un personaje secundario, no soy nadie, tan solo la narradora omnipresente que dice “Cuando le dijo adiós, quiso gritarle –Si algo no te funciona, si algo en tus planes falla, ya sabes dónde encontrarme-“. Ahora que tengo las ideas y me faltan los medios, quiero que aquel hombre vuelva para que me dicte la verdadera secuencia de los hechos sin la nefasta interrupción de mi absurda melancolía que sí un día quiere escribe: Ella que lo buscaba entre todos los rostros que veía en las calles, ahora no es capaz de mirarlo de frente; y que otro día, por culpa del destino diga: Lo atrajo con la mente, como se atraen las cosas volátiles, las cosas ajenas, los juegos imposibles.
 

Desde lo más tranquilo de un martes trece,
Firma Carol

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