Carta a un ausente


        Hoy es tu no cumpleaños; es decir hoy sería tu cumpleaños número setenta. Cuando era niña te escribía cartitas pero esta no es igual a aquellas de letra pegada y mala ortografía. La otra gran diferencia es que lo que te pienso informar, tú ya lo sabes. ¿Es tonto que siga pensando que desde dónde estás lo puedes saber todo? Si no es verdad, es un consuelo de los vivos, un consuelo muy respetable por cierto.
          A muchos días de tu fugaz e inimaginable partida, te quiero dar nuevamente las gracias por haberme hecho una niña feliz. Ser un niño feliz es importante para el destino de nuestras vidas, los abuelos son importantes. Tú eres y serás importante porque tú fuiste mi primer abuelo favorito y mi último abuelo favorito. Te lo digo a ti y en secreto para que los otros abuelos que me quedan no se sientan menos.
          Te extraño, pero ya me acostumbre. Te extraño pero ya me hice a la idea. Te cuento que la nostalgia en mi vida se ha vuelto algo muy domestico, que me he vuelto oscura, que soy una distinta, pero supongo, otra vez, que eso tu ya lo sabes. ¿Me reconocerás cuando me vuelvas a ver? ¿Me tronarás los dedos cuando me saludes con tu mano grande y fuerte?. Extraño ese apretón vivaz, creo que fue desde entonces que aprendí que los gestos de cariño deben de hacerse con fuerza. Gracias a ti mis caricias son torpes y bruscas, pero no es malo, yo digo que no es malo, peor es ser un invalido del amor, un incapaz de la caricia, un inepto del calor humano.
          Las hojas de los arboles de tu casa cayeron y quedaron exhibidos los nidos que durante la primavera y  el verano las aves se encargaron de hacer. Ahora ahí no vive nadie, apenas el recuerdo de quienes nacieron y se mudaron. Recuerdo perfecto esa carta que venía acompañada de un regalo de cumpleaños. “Te regalo estas pinturas porque sé que tienes talento para dibujar igual que tu papa, solo que él no lo practica.”. Como agradecí ese regalo y como me da gusto ahora decirte, que yo también creía que era buena pero que ya me cambie de sitio. Ahora no me gusta pintar sino escribir, te sorprenderías como pase de ser una niña que le escribía poemas a los caballos a ser una constante de la escritura. No puedo estar sin escribir porque siento que me vuelvo loca y tan loca me estaba volviendo que estoy trabajando en un proyecto. Pero no soy tan modesta para confesarte que ese proyecto es un libro. Hace poco llegue a la página ciento ochenta y tres. Por ahí un escritor con el que tuve la oportunidad de echarme una cerveza y un cigarro (perdóname por fumar) me dijo que ciento ochenta y tres páginas eran muchas. Literalmente me dijo “Muchacha, pero si tú ya estás del otro lado”. Te mentiría si digo que eso no me emociono, más me conmovió el hecho de que me dijera que cuando terminara mi novela, se la enviará para que el pudiera enviarla a su editorial. Casi me da un infarto, en sentido figurado claro, ya sé que eso no se dice ni de broma, no por mí sino por ti, que un infarto en tu historia y en la mía fue algo definitivo. Otra cosa te sorprendería: la ironía y el cinismo me han invadido, como puedes ver. A veces son necesarios, a veces me excedo en su uso. Que va, hay cosas que ofenden más. ¿Qué opinas de lo que acabo de decir? ¿Me imaginas teniendo éxito con este proyecto?. No es el éxito el que me importa, son estas ganas de hacer algo, de romper algo, de extraer algo, de matar algo. Fíjate que el encierro y la soledad es algo que comienza a gustarme, ya me parece una opción, no como antes, que sentía que para hacer algo grande tenía que salir al mundo. El mundo viene a mi solito, con sus formas y sus sabores y a veces te necesito para que me expliques de vez en cuando alguna cosa, porque también estar muy segura de lo que digo, me parece preocupante.
            ¿Te acuerdas cuando te dije que quería ser mariposa? ¿Y que tú dijiste que no me convenía porque solo vivían tres días?  Hasta ahora no he tenido valor para investigar si eso es cierto, si viven más o si viven menos,  lo que sí es verdad es que no quiero ser mariposa, de cerca son horribles. Y yo de cerca soy más bonita. Tú una vez dijiste que yo era la más guapa y te extraño por eso, te extraño también porque cuando lloraba no entrabas en pánico como llegan a hacer algunos que no están acostumbrados al llanto, estarías tranquilo ahora mismo. Te extraño por muchas cosas que si ahora me pongo a recordar no termino. De todas formas yo sabía que no iba a salir triunfante de este día en el que no me quedó otro remedio que dedicarte mi habitual nostalgia solo a ti. Los aniversarios malos deberían extinguirse y solo quedarse los buenos, los exitosos; pero la memoria es otra cosa que no se decide, así como no se decide la muerte, así como no se deciden los sueños. Hace mucho no te sueño y quiero pensar que es porque te he dejado un poco más libre, que ya no te aprisiona mi inconsciente. Es sano también para mi, también tengo esa libertad de no tener que correr hacía ti dentro de un sueño sin piso, dentro de un sueño donde no tengo voz para hablarte, ya no digamos para gritarte que te quedes un poquito más. Pero tú ya sabes que tu presencia la desearé por siempre, que no necesito escribirlo ni decírselo a nadie, ni siquiera a mí. Te escribo por eso, porque si no escribo esto no me libero, porque quería desearte un feliz cumpleaños donde sea que estés y porque te quiero infinito.
 
Firma tu Carolina,
le agregabas siempre letras a mi nombre

Comentarios

Entradas populares