La memoria es un paisaje en ruinas

        


   Ahora que pienso en ti, desde una posición donde tengo que usar los binoculares de la precaución, los recuerdos me llegan como venados correteados. Algunos de ellos traen alguna conversación de dos líneas que tuvieron lugar en un paisaje que ahora está en ruinas. La memoria es así, que aísla los recuerdos y los clasifica, que los saca a flote en cualquier movimiento casual, al roce de un objeto indiferente, acompañados de un gesto sonriente que ya no viene al caso. Los recuerdos son fantasmas y hacen de las cosas otra versión diferente de ellas mismas: tú eres otra versión de ti, al menos sí desde mi memoria. De esa manera en la que yo siempre pienso y hago las cosas, ahora me pregunto si todo lo que habrás dicho fue real, ya no digamos que dude de tu beso o de los muchos que nos dimos esa noche.
            Esta versión mía de los hechos, lo que yo recuerdo y lo que tú no, es lo que raspa, igual que rasparía un mueble mal ubicado en la vida de alguien que vive corriendo. No será, por ejemplo, que yo le de muchas vueltas al asunto y que en cada vuelta surjan nuevas y mejores posibilidades, degradando el cuerpo ya definido de lo que fue, reduciéndolo a cenizas. Sin duda, vivo en el pasado, en las ruinas de un lugar que se perdió en el tiempo; y ha sido mi decisión que no dividiéramos los bienes, que yo me quedará con todo, hasta con lo que nunca hiciste. Tú para que querias llevar piedras al cerro, si precisamente te ibas porque ya te esperaba alguien. Alguna vez me dije a mi misma que eras un buen hombre, y ahora lo sé de garantía: Eras tan buen hombre, que elegiste a tu familia y me dejaste a mí.

Te me hiciste nada entre las manos, como la harina que sobra de los bolillos viejos,
Firma Carol




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