La voz de la derrota
-¿Alguien te había escrito algo
así? O mejor dicho ¿Alguien se había tomado la molestia de escribirte?- Te dije
y ahí estaba claro un ataque. Me aproveche de lo que habías dicho y me di el
lujo de usar mis pocas cualidades. Ese era un terreno limpio en el que nadie
había llegado ahí, ninguna otra estaba registrada en esa disciplina y yo me inscribí
como la única e invicta. Como soy mejor escribiendo que conversando te envíe mi
respuesta por escrito. En la posdata número uno escribí: Llámame en cuanto
termines de leer. En la posdata numero dos escribí: ¿Qué te pareció?¿Soy
buena?.
Mi estrategia fue buena pero tú
nunca estuviste a la altura, tu vida y tu mente ya estaban dominadas por otros
caracteres diferentes y ya no
reaccionabas al otro mundo del que hablaba yo. Te quedaste inmóvil todo el tiempo,
ante mí, ante mis palabras, ante mis arrebatos. Me llamaste enseguida y me
dijiste que lo acababas de leer y que estabas a punto de entrar al gimnasio. A mí
me pareció que había dado en el blanco porque así tendrías tiempo de pensar lo
que acababas de leer, pero nada de eso resulto. La única pregunta mía que
respondiste fue la última: Eres buena, me gusta la redacción.
– Tú no conoces a nadie como yo,
y yo sí sé como son los tipos como tú- te dije en alguna ocasión hace unos
quince escritos sobre ti y lo predestine todo. Ahora eres un recuerdo peligroso,
aunque peligroso fuiste siempre. Jugaba con fuego y por eso no me iba. Una era
de hielo puro no me habría alcanzado para rechazarte. No te habría rechazado
por nada y no renunciaría bajo ningún otro concepto a lo poco que tuvimos. Ahora
no sé quien supero a quien. –Me recuerdas a mi hermana, ella estudio teatro-
dijiste y me quise reír y luego me callaste la boca. – Tenías razón, no conozco
a nadie como tú- decías mientras ponías una mano en el volante y hacías como si
lo giraras, pero no nos movíamos, estábamos estancados afuera de mi casa con
los perros oliéndote bajo la puerta a unos cuatro metros. Que orgullosa me sentí
de ser diferente y que orgullosa me siento también, de que eso no me haya
servido de nada. Tu voz sonaba como las voces de la derrota. Tú ya tenías una
vida y recuerdo cuando al principio me dijiste que tenía que aceptarte como
eras, ahora siento que tuviste más miedo tú de decir eso que yo de lo que podía
descubrir en ti. De repente pienso cosas, como esa noche, la última que me
preguntaste por teléfono y que yo sabía perfecto que tenías una botella de
whisky entre las piernas y una mano en el volante - ¿Ya no me quieres?- y también
me acuerdo que dije algo que no quería
decir y que eso me parecio igual a un suicidio.
No se asusten de mi, soy poquita dramatica,
Firma Ca-rol
Y aun así, las personas nos sorprenden constantemente haciéndonos replantear si en verdad somos capaces de juzgar a alguien o afirmar que lo conocemos... aunque dicho conocimiento se haya prolongado meses o años.
ResponderEliminarAbrazotes.