Una pregunta a la vez
11 de Septiembre
No sé cómo definir qué es lo primero que
quiero decirle y todo esto seguramente
le va a parecer muy loco, pero la comunicación, hablada o escrita siempre es
necesaria. La comunicación escrita es mi preferida porque da tiempo para
pensar, da tiempo para corregir y da tiempo para analizar las posibles
respuestas. Usted y yo caímos en lo que yo llamaría –un derrumbe de preguntas
aleatorias-. Me hizo tantas preguntas que estoy segura, ni usted ni yo,
alcanzamos a analizar las respuestas.
Lo
importante no son las preguntas, sino la intención con que se cuestiona y
detrás de eso, la insistencia de saberlo todo. No coma ansías, yo habría
preferido una pregunta a la vez, si es posible una pregunta por día, para que
se lleve consigo mi respuesta y vuelva con otra nueva pregunta al día siguiente o cuando usted desee.
Yo soy diferente, quiero decir, yo nunca
pregunto por miedo a la revelación; lo que hago, que no es mucho
mejor, es que supongo, supongo todo el tiempo. Saco conclusiones en base a su
lenguaje corporal, a lo que he visto, a lo que trata de ocultar pero no puede,
a su sonrisa que ahora me he dado cuenta que tiende por torcer hacía la
izquierda.
Tengo
que confesarle que la primera vez que lo vi me pareció un payaso. Su tono de
voz y su forme de preguntar y dar procesión a lo que quería obtener me daba la
impresión de que usted jugaba conmigo, de que usted juega con la gente que no
conoce. Las siguientes veces que lo vi y me toco intercambiar algunas palabras
correspondientes al oficio, me pareció un hombre habitual, hasta cierto punto,
un poco infantil. No sé ofenda, no era personal, soy exigente con quienes no
conozco. De modo que su forma de saberse conocido me confundió, porque no sé si
en su vida las personas con las que interactua no vuelven a aparecer o si la
gente se vuelve su amigo al día siguiente, porque ahora tengo que admitir lo
que es cierto: usted es un hombre agradable.
¿Ahora
comprende todo el poder de la suposición? Todo eso pude concluir de verlo tan
solo unas cuatro veces, sin mencionar, que hubo una vez, la primera vez que
soñé con usted. Por el momento quiero que me conteste una sola pregunta (y
deseo que siga este ejemplo). ¿Esa ha sido siempre su forma de ser, o estaba
desde el principio coqueteando conmigo?
Firma Carol,
Tengo la mala costumbre de suponer
Comentarios
Publicar un comentario