Setenta y tres minutos
13 de Octubre
En un principio yo creí que era capaz de leerme la mente,
seguro estaba de que algo, una fuerza extraña me obligaba a acercarme, a
inspirarme, a sentir la necesidad tonta de querer cumplirle un antojo. Todas
las veces que quise sorprenderla yo terminé por ser el sorprendido, en este
momento (no importa a qué hora lea usted esto) yo estoy pensando en nosotros. Su
detalle me supero y no puedo sino pensar que ya lo tenía todo planeado, que soy
su víctima y que voy a seguir siéndolo mientras siga escuchando repetidamente las
canciones que de a ratos siento que me pisan la garganta. No pudo entregarme un
objeto que me amarrará más a usted que la recopilación de música que para mí
eligió; ni siquiera una foto suya en un sobre cerrado me habría causado más
desvelo que setenta y tres minutos de música que no deja de hablar de usted.
Siento que al oírla conversáramos, que el piano de la primera canción me
susurra –No me olvides- y esa sin duda es la mejor introducción que he tenido
en la vida de alguien. Desde luego no es la primera vez que le entrega un pedazo
de usted a alguien, no quiero saber cuántas veces ni como, quiero sentirme único pero a la vez no dejo de
pensar en que tenía predichos todos mis movimientos, que consciente estaba que
al entregarme ese material se iba adueñar de mi mente. Si quiere saberlo, todo ha salido de acuerdo a su plan, voy cayendo redondito.
He salido solo de casa a conducir durante largo rato para
escuchar las canciones, para comprenderlas aunque usted misma me haya dicho –No
tienen mensaje oculto así que no lo busqué, solo disfrútelo-. Desperté cantando
en mi mente, todavía con la sensación de su mano apretando mi antebrazo pidiéndome
que por favor no fuera indiscreto. Desperté deseando su presencia y dígame cómo
no voy a ser peligroso si ando caminando sin ver, si no me da hambre, si en
todas las mujeres que he visto se me aparece usted, si tres palabras de la
última canción me han hecho sonreír más que en toda mi puta vida “Tanguita de
serpiente” ¿A quién se le ocurrió eso qué tanta gracia me causa ahora?
A Joaquin Sabina, mi amor, a él se le ocurrió
Comentarios
Publicar un comentario