Capitulo diecisiete
Uno no es capaz de olvidar las cosas
por completo, quizá solo las desplacemos a otro lugar de la mente, una
habitación que mantiene una luz intermitente y que de a ratos grita que
volvamos por favor. Los recuerdos no nos abandonan y por lo tanto la nostalgia
se vuelve, como ya he dicho muchas veces, un lugar doméstico, un sofá, un
cucharon, la misma taza de siempre, el fantasma que acude a relevar de vez en
cuando las ganas de avanzar por la indescriptible necesidad de quedarnos un
poco más, en el lugar donde tanto nos quisieron, en el pódium del primer lugar
en el corazón de uno o una que ahora decimos que dejamos ir, por no poder
aceptar que nos ha dejado.
Yo había escrito en el capítulo
diecisiete del mismo libro que escribo cuando me sobran fuerzas -Dime como me
quito la sensación de que tu podrías hacerme muy feliz-. El personaje que había
inventado se lo dijo a la mujer que también había inventado y eso quedaba
perfecto para la trama de la historia, pero no para la mía; pues me tuve que
quitar la sensación yo sola cuando me daba cuenta, apenas, de que hacerme muy
feliz era algo bien complicado.
Ahora reemplazo ese cuestionamiento
por uno todavía más absurdo ¿Cuánto recomiendan los poetas, guardar los
sentimientos en una nevera para cuando la gente decide volver? Otra pregunta
sin respuesta, el olvido, seguramente es otra de las cosas que llega tarde y
otra de las cosas que cuando llega ya no sirve para nada, ni siquiera para
escribir.
No sé en qué orden decir las cosas,
porque no sé en qué orden ocurrieron. Ya dudo, por ejemplo, si comenzamos
sabiendo que era un juego o si en el trayecto nos dimos cuenta que lo era; sí
cada quien puso sus reglas o si al cabo de los días, al cabo de las palabras las
definimos cada quien por su cuenta y las rompimos, por lo tanto, sin siquiera
saberlas.
Y acostumbrada a hacer las cosas al revés, ahora sé que fue
más peligroso todo lo que hicimos porque nos acariciamos con palabras, nos
besamos duro en el pensamiento, huimos juntos tantas veces de la ciudad en la
imaginación, que ahora lo que yo tendría que olvidar fueron cosas que no pasaron, lo cual resulta imposible ya no
digamos triste, incluso para quien es capaz de mantenerse borracho aquí y en la
imaginación. Como luego dicen por ahí, de una mente no te liberas ni cerrando
los ojos.
Por si tenían la duda, no me gane la beca
20 becas para 998 son muy pocas
Firma Carol
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