Asuntos de mentirosos




           Llegue a un almacén de papelería y fui directo a los bastidores. No sé como pero celebraremos tu cumpleaños, haré algo especial y algo especial significa que te obligaré a que descanses un rato comiendo una rebanada pastel o tomando una copa de vino. Últimamente gusto de engañar a la gente que se me acerca a charlar y no conozco, me inventó otra vida para que piensen que soy otra y no ésta, aún así sin avergonzarme de lo que soy. Te habría comprado un sombrero nuevo o un libro si no supiera que los regalos deben ser concisos, sustanciales y con la brutal exigencia de que sea una parte de uno mismo, o por lo menos un objeto o detalle que obligue a pensar en uno. Suena tramposo, pero estoy segura es una prueba legitima de amor. Los bastidores estaban colgados en la pared y el tamaño que yo necesitaba no estaba a la vista. Pregunté a la empleada del mostrador y buscó en el inventario de su computadora para después decir que no los tenían en existencia por el momento. Pero es que me urge, le dije yo, ya eche a perder uno y necesito terminar para antes del viernes. Si quiere llevarse el que le sigue en tamaño se lo dejamos al mismo precio, contesto. Lo pensé mientras medía unos sobre otros e imaginaba mentalmente la proporción de lo que planeaba pintarte. No es eso, es que es una serie de pinturas de diferentes tamaños y no quiero repetir las piezas. Hacia muchos meses que no agarraba un pincel y es que a mí me ha hecho falta talento para algunos proyectos que he querido hacer, pero tú me inspiras mucho. ¿Y de qué tema es la pintura? preguntó. Una vaca, unos cantaros, un establo y unos cencerros le dije mientras con resignación le pedía que me lo cobrara. No creo que a mi esposo le importen los tamaños, estoy segura que le gustaran sobre todo cuando descubra que me ocultaba para pintar y no para engañarlo. La empleada se rió y dijo, que difícil pintar a escondidas, yo ni siquiera se pintar, tan solo escribir. Eso es mucho mejor le dije, puedes regalar un poema. Quedamos un rato platicando, ella dijo que escribía novelas y yo dije que mi esposo me había hecho un estudio para que escribiera y pintara. Lo mejor es que lo hizo fuera de la casa dije yo, me miró como si tratará de imaginárselo. Sí, es que vivimos en una granja, hizo el estudio enseguida de su establo. El ruido que hacen las vacas resulta alentador dije sonriendo mientras me abanicaba con el bastidor como para aguantar la altura de la mentira. Ella estaba emocionada con el contenido, así como lo espere. Si hubiera ido a comprarte una camisa no habría tenido el mismo efecto decir que seguido las rompes cuando te atoras con algún alambre, que solo te aguanta la mezclilla. Si esto no resulta tendré que ir a comprarle una corbata, dije para despedirme y luego le di las gracias. De todas formas esa mentira fue mejor que cuando dije que vendía lencería por catálogo, o que me dedicaba a bienes y raíces. No sé qué emoción me causa decir que estoy casada o es que más bien no radica ahí el placer sino en la mentira, en la actuación, en mi yo actriz y estafadora. -¿Crees que esos dos de enfrente creen que somos esposos?- preguntaste. Menciono todo esto porque estoy segura que a ti también te causa una alegría extraña lo que crea la gente sobre nosotros, si un día no me caso, de cualquier modo quiero que mis hijos se parezcan al lechero.


Tú bien sabes que yo siempre he tenido ojos de vaca, 
Firma Carol 

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