Suspendido como un fósforo



Aquella noche afuera de las caballerizas no quise besarte porque me dolía una muela. Y no quería que nuestro primer beso fuera raro pero termino siendo más raro que todos los demás. Un beso a las carreras con dos encapuchados y un chofer que te apuraban mientras tú me decías que tenía aliento alcohólico y yo te decía que por favor te cuidaras.
Cuanto tiempo después te recuerdo como un capitulo incompleto pero necesario para mí y para mi vida de escritora novata.
Yo habría querido que volvieras igual de veces que las que te soñé. Y hasta que no lo hiciste, hasta que no volviste muchos días fríos y calurosos después yo me di cuenta del peligro en el que ponías a nuestros corazones que se quedaron atorados en esa historia que no podía ser y que si hubiera sido quien sabe cómo hubiera funcionado.
Cuando apareciste me sentí capaz de todo porque tú y yo éramos perfectos como personajes. Yo viviendo al filo de la vida sin ninguna protección, siempre poniéndome bajo algún riesgo imaginario que tú te tomabas muy enserio.
Éramos perfectos porque si me hubieras cuidado a modo de pareja yo me habría fastidiado pero me cuidabas a modo de amante lo cual me resultaba bastante aceptable porque podía acudir a ti cuando todo lo demás no me funcionará. Y en aquel entonces en mi vida no funcionaban muchas cosas de modo que aunque no me lo dijeras, yo sabía que te preocupabas por mí porque no me conocías nada y no sabías a que podías atenerte.
Y yo nada más de saber que tú llevabas bajo la camisa color vino un chaleco antibalas era como si yo lo llevará puesto, como si nada pudiera atravesarme cuando en la madrugada decías que ya había acabado alguna misión y yo en sueños lo sabía y podía comenzar a dormir como la esposa que tiene miedo de perder a su esposo en la guerra.
La primera vez que volviste se facilitó todo y en vez de asustarme me sentí poderosa.
Claro que ibas a volver, pensaba.
Claro que ibas a volver a esta historia bonita donde teníamos los mejores papeles de todo el reparto.
Fue la primera vez que en verdad estuve cerca de tu cuerpo y a eso yo le adjudicaba que por eso yo no te superaba la primera vez que te fuiste. Porque no había una sola pelea, una sola escena de celos, tan solo momentos que eran perfectos que me hacían difícil poder odiarte.
Te fuiste después por el mismo motivo que la vez primera pero ahí no hubo borrachera ni terapia. Yo lo acepté como un resfrió que vuelve menos fuerte y que pronto se irá. Sin embargo comprendí una cosa que me costó mucho trabajo concluir.
Eras un hombre detallista y a esos hombres no se les olvida fácil.
Detallista en el sentido en que me dabas cosas que nadie más me iba a poder dar, detalles que a mí me entraban como balas que no alcanzaban a salir del otro lado.
La segunda vez que quisiste volver, hace una semana, no te di paso. Tape la puerta con las manos de otra historia y con las ganas de no abrir otra vez a lo que yo llamo un amor intermitente. Si yo alguna vez había dicho que no necesitaba a alguien que me quisiera cada tres semanas ese era el momento para sostenerlo como se sostiene un fósforo en medio de la oscuridad.
Perdóname. Nuestra historia es bonita y perfecta así.

No hay que arruinarla con una tercera oportunidad. 



Tengan cuidado  por que me estoy poniendo guapa
Firma Carol 



Comentarios

Entradas populares