Hombres con dinero




De los hombres yo acumulo los detalles en los que yo soy el centro. Me los grabo y los comparo a la hora en la que tengo que tomar una decisión que básicamente implique elegir entre uno y otro. Nunca funciona porque los detalles muchas veces no se parecen entre si entonces no hay medida justa para compararlos. Los gestos negativos los guardo en mi cabeza y los bonitos los guardo en mi corazón, siempre resultan una herramienta interesante cuando el mal genio ataca o la dignidad pide fuerzas.
Sentados en un restaurant de una ciudad cercana a esta, dije que me gustaba el lugar pero que yo no lo habría decorado así. -¿Ah no?¿ Y tú como lo habrías decorado? – preguntó. Nadie nunca me había mirado y escuchado con tanta atención aunque yo bien supiera que el hambre me hacía decir cosas que no tenían sentido. Mi poco conocimiento en arte y decoración y su curiosidad me causo ternura. Más ternura que cuando me dijo con una voz cercana a la derrota que estaba comenzando a darse cuenta que era muy difícil complacerme.     Cuando conozco a alguien siempre me obsesiono con esos detalles de los que al principio hablo. Los gestos que alguien tiene contigo  y que parecen carecer de importancia son a menudo los más reveladores. Algunas personas se dan cuenta en el momento y como yo, sienten la caricia del desconocido que intenta acercarse y por ello entorpece.
En la discreta carpeta de la cuenta  a pagar nos entregaron dos de aquellas mentitas famosas que llevan grabado en el papel algún dicho extraño sorteado al azar. Él leyó el suyo en voz alta y luego yo hice lo mismo. “Cuando el dinero sale por la puerta, el amor salta por la ventana” decía mi suerte. No sé qué significa, dije riendo mientras tomaba con la lengua una de las mentas. – Significa que cuando yo no tenga dinero para traerte a comer a esta clase de lugares, tú ya no vas a querer salir conmigo- dijo él. Me incomodo el comentario y agache la mirada para verme las manos como si me delatara a mí misma y luego él salvo la escena cuando me tomo la mano y dijo – Descuida, esta cartera todavía está muy llena-.


Por mucho que uno quiera, ningún hombre se repite
Firma la Carol de los Veinticinco  

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