Medicinas no farmacéuticas




-Ahora me fije en tu lunar de la boca- dijo- me encantó. Yo estuve confundiendo mucho tiempo los papeles de mi vida con los personajes de mi novela. Primero estaba bien segura de haber encontrado al personaje que inventé, al único que de toda la historia no era real y al único que necesitaba tanto para poder terminar la narrativa. Lo encontré y no lo deje ir aunque al final no se parecieran tanto entre sí. De modo de que cuando dejó de servirme de espejo para ayudarme a desarrollar por escrito al caballero que había inventado pero que estaba segura de que existía, apareció de la nada un nuevo hombre que cumplía con todas las características y que estaba igual de desorientado mirando hacía todos lados, como cuando alguien cae en un paisaje dentro de una historia. Ahí pensé que podría ser él pero no estaba segura  
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Es rara la forma en que percibo las cosas desde que me quede estancada en la escritura, desde que me di cuenta que tenía que recuperar mi inspiración me costará lo que me costará. Pensando todo el tiempo que dentro de una historia hay otra, como lo que me va ocurriendo en mi búsqueda por recuperar las cosas que he perdido para poder terminar el libro que siempre quise escribir,  a veces creo que debería escribir una historia alterna a esa, en donde explique cómo fui buscando a las personas que me ayudarían sin saberlo, a terminar un proyecto que en ocasiones me quiere enloquecer.
A lo mejor me hace falta involucrarme más, pensaba yo y resolvía aventarme de lleno en la historia pero caía y perdía la lucha contra la ansiedad, no podía tomar las riendas porque mi imaginación era un caballo que me había dejado a pie. Busqué medicinas no farmacéuticas que se le fueron quedando cortas a la inquietud que se me trepaba al cuerpo a cada rato y lo único que me salvó fue un As que tenía guardado bajo el alma y que había olvidado que podía utilizar.
Vino a mí el personaje sin que él mismo supiera porque se acercaba y sin saber porque yo estaba tan sorprendida. Apenas yo sabía porque y como no quería defraudar al presentimiento hice que nos viéramos en un lugar. Lo miraba a los ojos como si nuestra primera cita se tratará de un casting y él, nuevamente sin saberlo, hacía exactamente lo que Héctor haría y diría para mí. 
Toda la charla fue tan perfecta que no sé si yo estaba encantada por el hecho de que él no me parecía un extraño; sentía que lo conocía porque era como si yo lo hubiera creado, o si por el hecho de que no lo podía dejar ir y él parecía no querer hacerlo tampoco. Tuve hartas ganas de explicarle lo que me pasaba por la cabeza pero hubiera sido arruinarlo porque él ya sentía que yo jugaba con él, porque tampoco comprendía como nos encontramos, demasiada buena suerte decía él. –Quisiera gustarte más de lo que dices que te gusto- me dijo cuándo nos despedimos.  Me subí al coche y en la primera oportunidad apreté el volante y comencé a gritar ¡Lo he encontrado!



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He despertado contentisima.. 

Firma Carol

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