Eres directa y sarcástica
Una cosa si es segura, no quiero volver a cometer el mismo error. Esa equivocación muda que no me anticipa la gravedad sino hasta que ya lo he arruinado todo. No deseo volver a guardarme algo esperando que llegue el momento indicado para sacarlo y se me vaya al tren y me quede lejos de casa. No quiero morir ahogada con las palabras que nunca dije solo porque alguien dijo que no perdiera la cabeza, que no bajara la guardia para que no volarán mis pavorreales.
La última vez que perdí un amor fue por culpa un malentendido
y ese error frecuente que a veces cometo sin saber. Él creyó que jugaba con su
corazón porque yo nunca dije lo que sentía. Me pensó indiferente y se marchó
para luego venir medio año después a decirme que yo no le quería.
Ahora, con un desconocido que no me conoce y no puede adivinar
ni comprender que yo ame de una manera muy extraña, no me quiero equivocar.
Deseo no equivocarme no porque esté sea el bueno, o porque yo quiera tener la
seguridad de que cuando me lance a sus brazos su corazón este abierto, sino porque
entre ensayo y ensayo yo misma me voy a sentir más ligera de expresar lo que
siento sin el orgullo que implica rebelarme o mostrar mi interior.
Ahora ni siquiera tiene que ver con la mentira, basta con
decir –De verás, estoy encantada de conocerte, me gustaría volverte a ver- lo
mismo que ellos dicen cuando están conmigo la primera vez; o bastaría con no
huir cuando me han dicho que comienzan a sentir que me necesitan.
Ni siquiera tengo
que mentir cuando deba decirle que también siento la ansiedad de saber que
pasara la próxima vez que nos veamos, que siento su mano cerca de mi rodilla y
por debajo de una mesa de madera, cuando lo cierto es que sus dedos están muy
lejos. Ni siquiera tengo que mentir porque él debe saber ahora mismo que es verdad
que merece saber que cada vez que lo veo me derrito.
- ¿Crees que haya sido una vibración?
-Pero ni siquiera había tocado tu mano
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