El placer de tener una mano





Detrás del vidrio más grueso de mi colección voy a guardar tu mirada. Pero no la mirada con la que buscas un taxi o estudias un menú, sino los ojos con los que me mirabas sentados en un restaurant como si lleváramos una vida viviendo en una ciudad que a ninguno de los dos nos pertenecía.
Ahí mismo guardaré el lunar mediano que tú y  tu familia llevan detrás del cuello por si algún día los conozco en este o en otro país, por si algún día me subo a tu pequeño barco y vamos a pescar en un lago congelado. 
Si el cristal no soporta el peso de lo inesperado tus manos las guardaré con las mías para cuando me haga falta un guante. Con ellas me voy a proteger del golpe y de la espina, con ellas y con el recuerdo de cómo me tocabas el otoño no caerá sobre seco. 
Si no encuentro motivos suficientes para ir a seguirte utilizaré el vuelo de tu caricia para hacer algo igual de importante, pediré la comida sin vinagre y andaré coleccionando los amuletos de la suerte que me han llevado a donde estoy todavía con el corazón completo.
Nunca he tenido tantos ahorros en toda mi vida como las ganas que se me están acumulando. 


Una foto del aeropuerto de El Salvador ha detonado en mi una extraña nostalgia 
Firma Carol 

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