De madera o de metal
Hay una
palabra importante que lleva nombre femenino y se llama: Resiliencia. Las personas cercanas a la psicología saben lo que
significa y otros no imaginan lo que es hasta que con una explicación la
reconocen. La resiliencia es la capacidad de superar algo. En los objetos es la
cualidad de sufrir un impacto y volver a su estado natural; en las personas es
el coraje y la madurez de sobrepasar una situación difícil.
En la preparatoria hice un ensayo
sobre el tema, ahora algunos años después intentaré explicarlo desde mi visión
aún todavía borrosa.
La resiliencia es llorar por algo
dos días y no mas. Tomar una decisión al
día siguiente siempre pensando en si lo que hacemos ahora nos va a convertir en
alguien que queremos o no queremos ser. La resiliencia es saber que la
sinceridad duele pero que siempre es mejor sentir que te agarran del pescuezo
por un minuto que vivir en una mentira que después dolerá mucho más. La
resiliencia es tener el ímpetu y la inteligencia de aceptar las cosas como son
y saber que uno no puede cambiar las situaciones ni a las personas, que lo
único que podemos hacer es decidir alejarnos o acercarnos más. Es saber que si
alguien te ofende es porque en su corazón las cosas no están claras y
seguramente un impulso lo ha llevado a decir algo erróneo. A menudo cuando las
cosas no van como esperamos vamos dejando caer misiles para protegernos y le
damos a alguien que ni por un segundo se lo merecía.
Yo me convierto en un ser
insoportable cuando pierdo algo de mi control, y creo que solo porque algo deja
de estar en mis manos saldrá mal. Este año quiero practicar la soltura y unirme
a la fluidez del universo. Quiero sentir el alivio de soltar los brazos y
hacerme responsable solo de la forma en la que voy a reaccionar cuando me
lleguen las cosas; que si vienen rápido las tome con inteligencia y que si lo
bueno viene de rodillas me vuelva paciente porque un corazón atrabancado solo
sirve para poner a temblar lo que quiere estar quieto.
Aún con todo y los defectos que a
diario me descubro, me siento orgullosa de mi coraje. De que aún para cometer
estupideces (porque de repente uno se vuelve realmente muy capaz para eso)
llevo una intención inigualable, una seguridad que a veces yo la quisiera para
otras cosas. Qué veo que me voy a estrellar y acelero solo porque también
necesito tener el control de mi desgracia. No lo digo para darme a conocer sino
para informar. Siempre se agradece que uno se tope con el consejo de un extraño
que como no nos conoce puede ver las cosas desde afuera. Y a veces desde
afuera, el caso se nota menos
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