Que ordinaria soy.



Que ordinaria soy. Viajo para ver a alguien y me aterra un elevador / -¿Está cansada señorita?- No, es que estoy estresada. Discúlpeme. Usualmente soy más amigable-/ Es el departamento número siete. En mi vida el siete nunca ha tenido un significado especial y ahora me aterra. Dios, que nervios. /  –No sé preocupe, todo va a estar bien. Pídale a Dios-. Me rió. –Creo que no es algo que se pueda pedir ¿Me explico? Ya sabe cómo somos las mujeres- / Si tuviera que pedirle a Dios algo sería que me quitará la mitad de las hormonas que tengo, eso sí es molestia, un tramité larguísimo / Estoy en una ciudad en la que no recuerdo sus calles, menos ahora que están desfiguradas / ¿Termino el viaje señorita? / No puede ser que me vea tan insegura. Estoy parada con las maletas / Creo que estoy afuera ¿No vas a bajar?. No puede ser que no vayas a bajar / El edificio me intimida, el portero me intimida, el intercomunicador me intimida a tal punto que finjo una llamada / Le hablo a mi otro yo; Hola, eres la misma que quería venir y ahora no quieres pasar. Si ya voy. Dame tiempo. No estoy lista. Soy yo, la que no se acobarda con nada. ¿Soy yo verdad? Ya estoy al fin aquí, pero ahora qué hago / Dentro del elevador pienso en el temblor / Estuve haciendo tiempo. Llegue una hora tarde. Yo, la que estaba luchando por las horas compartidas / No sé cómo mierda me veo. Me tome dos whiskys antes / ¿Por qué estamos peleando? Deja de hablarme como a uno de tus clientes o tus acusados / ¿La ONU? ¿Neta trabajas para la ONU? Hay no / Me agota no saber qué quieres. Deja de pelear, ya estamos en la misma ciudad. / ¿Te espero para la cena? No, estoy bien. Si como algo voy a vomitar. Cena tú. / Deja de contar el tiempo, ya voy, no sé en cuanto tiempo llegue /  ¿Si algo sale mal puedo volver con ustedes? Si y vamos por tacos / Ya llegue, el ascensor se detuvo. Se abre la puerta. Ahí estás / Nos abrazamos, al fin. 


Donde pongo los ojos pongo la bala
Firma Carol

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