Nuestra señora del Carmen



De verás ese fue uno de los días más fríos de diciembre. A mí se me había hecho tarde y lo estaba llamando para que se bajara en la estación de autobuses del sur mientras mi papá me discutía que no fuera porque los dos sabían que me iba a encontrar con él y jamás lo había visto. No sabes que mañas tenga, dijo mi papá y yo me salí de la casa botada de la risa. Qué mañas podrán tener los italianos, que mañas además de irse y causar una doble colisión sin darse cuenta. Yo había estado como si nada hasta que llegue al estacionamiento de la central. No saldría del coche hasta que él no me dijera que ya estaba en la puerta porque así me sentía más segura de no saber cómo ubicarlo entre la gente y que él estuviera observándome desde lejos, enterándose de que los dos estábamos nerviosos. – Estoy parado justo abajo del relojo- me dijo- con una mochila azul. Las paredes eran azules, el reloj era azul, su maleta era azul y afuera el cielo se estaba cayendo. Me costó una cosa horrible llegar hasta el centro de la ciudad. Yo iba apenada por el tiempo sin saber que en Roma uno puede cenar y dormir en el tráfico si no lleva moto o bicicleta. Cuando nos fuimos a caminar al centro de la ciudad éramos los únicos que llevábamos paraguas y a los demás no les importaba porque acababan de instalar un corredor de luces navideñas y estaban emocionados. Caminamos entre la gente y entre la lluvia, la ciudad no daba su mejor cara pero la noche era bastante buena sobre todo cuando entramos a la catedral. Que suerte que tengamos iglesias gratuitas porque en Cusco nos cobraron por entrar. No sabría yo decir en qué parte del evangelio entramos; solo sé que en cada santo nos detuvimos y a partir de Nuestra señora del Carmen nos tomamos de la mano. Era tan feliz y no me daba cuenta que ahora no puedo evitar decir, que el año pasado el pasto era más verde que el de este. Para cuando llegamos al hotel de dos estrellas yo masomenos sabía que era lo que iba a pasar. Entramos y nos echamos en la cama a comer un postre que habíamos comprado en un restaurant mientras nos abrazábamos como bobos enseguida de un árbol de navidad. Me sorprendía lo poco desconocidos que éramos porque desde que nos vimos era como si ya antes hubiéramos estado juntos. No quisiera yo comenzar a pensar en esas cosas, al menos no ahora, lo único que podría decir es que todo eso  fue una bella coincidencia. La habitación tenía los muebles distribuidos de una manera muy extraña y entonces a mí me dolió un hombro y comencé a quejarme porque el frió me daba punzadas. Esta es la segunda vez que digo que un buzo me sobaba el hombro con una pomada de la China. Estábamos escuchando La Maza y acabábamos de hacerlo cuando me di cuenta por un ruido que él nunca había cerrado la puerta con seguro. Solo yo sabía en qué zona horrible 3de la ciudad estábamos escuchando esa canción que cada vez que la oigo siento que me vuelvo loca y comienzo a acelerarme. Comienzo a recordar que uno tiene el caos que se me merece, que uno se hace sus propios acertijos y  qué soy una excelente amante cada vez que necesito hablar bien sobre alguien. Hasta que no me siento a hacer una bitácora personal de crónicas  interesantes es cuando me doy cuenta  que soy perfecta para mis propias historias y que soy el mejor personaje de mi vida por qué esta libertad de hacer pendejadas nomas yo me la he tomado muy enserio. La Maza nos daba perspectiva y se agregaba como el principal soundtrack de la noche. La Maza nos envolvía cuando nos estábamos conociendo, cuando nos hablábamos sobre cualquier cosa, cuando yo estaba muerta por ti en ese momento y tú mucho después ya cuando te habías ido. Ya estábamos planeando como encontrarnos en la playa cuando yo salí con mi chiste de que me iba a Perú a ver a alguien no fue hasta ahí que me dijo lo que sentía por mi y porque no se había podido quedar. Hay una parte de La Maza que dice “Un instrumento sin mejores pretensiones que lucecitas montadas para escena” y solo yo lo puedo entender por qué de vez en cuando me atraviesa un hilo. 


Todavia no abren al publico las minas de Naica
Firma Carol 

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