Las cantinas de Pancho Villa
No
sé cuántas veces he empezado esta historia sin poder terminar de contarla. Ni
siquiera yo sé dónde empieza y donde acaba porque el caleidoscopio de la vida
me hacer ver cosas que a veces siento que no son ciertas solo porque han sido
efímeras, veloces y mortales. Cuántas veces no he podido unir las piezas para
comprender que yo no me merezco está historia que no puedo procesar, que no la
pueden mis hombros, que no me alcanza la billetera para comprar un vuelo, o
será que lo que no me alcanza es el valor. Por suerte tengo la experiencia de
saber que estás cosas de comprar billetes de avión y plantarse un día para
decir lo que digo con mucha seguridad cuando estoy escribiendo a veces no salen
bien, porque me han pasado y por eso me detenía pero ahora no. Que por favor está no sea una carta de todas
esas que se atragantan antes de llegar. Qué esta vez está historia no parezca
como una que es triste e insoportable sino que comience a ser lo qué es: una
posibilidad, una continuación, una segunda parte. Dieciséis meses para
comprender que no ha acabado nada. Que si las situaciones me fueron volviendo
lo contrario a una amateur yo puedo perfectamente tomar al toro por los cuernos
porque tengo con qué, que si no jamás se me hubieran presentado. Qué otros ya
quisieran estar sintiendo la adrenalina de estas historias que solo se leen en
las novelas y en los fragmentos que la gente comparte en internet; qué yo
siempre he sido interprete de todas estas cosas enredadas e imposibles y que
ojala tuviera el tiempo y el talento para escribirlas como se debe. Y que no es
que yo las merezca sino que yo las atraigo. Ellas me encuentran y me toman
hasta el punto en el que ya parezco un disco rayado que se queda estancado y
que cuando quiere transcribir lo ocurrido ya algo más la está tomando otra vez
y no puedo continuar y que cuando lo logra termina mezclándolo todo . No puedo
evitarlo y tampoco quiero.
Hace algún tiempo abrí un portal y desde entonces no
he podido cerrarlo porque lo que me he encontrado me ha hecho ver las cosas de
otra forma, como que Italia es un país lejano con la forma de una bota que
ahora me patea personalmente el trasero. Qué hoy sea un día de esos en que es
inspiración y no nostalgia el mensaje de un hombre qué está buceando en
Francia, diciendo que tiene a una novia que ahora ya no quisiera tener, que el
mundo es muy pequeño y nada más falta el tiempo adecuado para tomar un avión y
venir a encontrarme otra vez. Dieciséis meses para enterarme que yo no jalaba
sola esta cuerda y que no era la única
que se estrellaba en un vagón una y otra vez cuando el olvido se acercaba. Qué
ironía que la lejanía se traduzca en qué por fuerza alguno de los tendría que
tomar un avión, volar el océano, pisar un aeropuerto. Ahí es cuando las novias,
los idiomas y la pobreza se convierten en un problema secundario que parece pan
comido cuando me acabo de tirar en paracaídas a diez mil pies de altura y acabo
de leer un mensaje de texto que dice “Ostía cada vez que te hablo, te quiero
tan mucho que me vuelvo loco”. Todo eso para decir que con menos he querido más
y que el lenguaje solo importa cuando tocas, abrazas y besas más inolvidable
que lo que pudieran ser tus palabras. Qué curioso que ese mensaje haya sido un
maldito turbo y una supernova que me subía desde las rodillas hasta las
neuronas y solo pensaba: tengo que hacer muchísimos billetes porque los voy a
necesitar cuando la siguiente alarma suene. Cuántas veces he empezado está
historia y está es la única en la que les tengo buenas noticias. Después de
todo el tiempo que me hice la ocupada para no escribir, qué me dedique a otros,
por supuesto, nadie hubiera esperado por algo así menos yo, qué en mi casa
tengo fama de no perder jamás el tiempo. Qué locura, que ni aquí ni allá haya
cambiado nada, después de todo cada quien tenía lo suyo cuando nos encontramos
y no nos pudimos dar cuenta al instante que acababa de abrirse una puerta. Yo
entré primero porque fracase primero en lo mío. A los dos nos atravesaban
flechas y yo fui la primera que se sacó una. Lo único que paso fue que perdí
fuerzas y me entro el ansia de la distancia, así fue cuando comencé a preguntar
cuando íbamos a volver a vernos, teníamos que hacer que los días siguieran su
curso normal porque quién sabe cuándo la suerte nos uniría de nuevo y la
expectativa y la espera nos iban a destruir y él lo entendió primero; lo supe porque él me guardaba en el neopreno
de su traje de buzo y yo no podía hacer
lo mismo cuando veía fotos de un hombre que estaba en Tajikistan y yo solo
podía pensar, por el poco tiempo y la extraña suerte, que esté hombre jamás
había estado aquí. La puerta seguía abierta y más abierta ahora que nunca.
Todos hemos tenido amores lejanos, pero puta.. hay de distancias a distancias. Qué
horrible duda intentar algo para encontrar a un hombre que nunca está en el
mismo lugar. Y aunque aquí todos saben hasta dónde me he largado para darle
fuego al amor, qué bueno que esta sea la primera vez que escribo sin pensar que
yo soy la única que jala una cuerda y que ahora está carta podría tener una
contestación positiva, que no tenga que lanzar una moneda al aire.
De todas
formas aquí ya saben que estoy enamorada de un italiano que a mi mamá también la enamoro y que solo
ella sabe cómo me miraba frente a Pancho Villa. Qué increíble volver a
encontrarme con tu mirada, que si yo estoy así es por eso, porque de todas las
cosas que uno recuerda nunca podría decidirse a cual elegir si las ofrecieran
por separado, yo elijo mil veces tus ojos y la expresión que no requería
traducciones porque las miradas lo saben y lo dicen todo. Ahora yo pago la que
te cobre primero. Tenía a alguien más y ahora tú estás en ese papel. Es posible
que esa sea la primera señal de que debemos encontrarnos, es posible que nos
necesitamos para darnos cuenta de que uno no comprende bien sus sentimientos
hasta que aparece un tercero. Qué grandísima loca, qué talento para hacer un
drama de todo, pero es que después de lo graciosa que ha sido la vida conmigo
comprendí que no es que sea una escandalosa sino que todo lo disfruto tanto que
a veces creo que no me queda otro intento de profesión que ser mi propia
novelista. Aquí estaré hasta que me acaben todas las combinaciones y para eso,
falta mucho.
- Estoy celosa de tu novia
- Imaginate ella
Firma Carol
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