Segunda Parte
Algunas
personas confían en mi capacidad para resolver problemas. A mí me pasa una
desgracia y lloro veinte minutos y luego me busco en los bolsillos el coraje
para salir de donde seguramente yo me
metí sola. Para ser exacta lloraba en el baño de una gasolinera a unos 3500
kilómetros de esta ciudad con viajeros entrando y saliendo, angustiándose
automáticamente de la que sea que fuera mi pena. Justo esa mañana yo había
visto a una chica llorar en el baño de los campamentos; a lo mejor el llanto es como la suerte, qué de pronto está en manos de uno y luego pasa a las manos
de otro sin motivo ni responsabilidad. Lo único de lo que no estoy segura ahora
es sí en realidad lo que pasa en la vida es un karma o un equilibrio de alegrías
matando penas y viceversa. Para no perder el equilibrio y para poner en
práctica mi capacidad para resolver problemas, recogía mi orgullo y guardaba
todo en la maleta para irme mucho a la chingada pero con un ticket en la mano
para hacer una nueva aventura con alguien más. En ningún momento tenemos tanto
poder sobre nuestras decisiones como cuando nos acaban de ofender, y yo era una
mexicana empoderada que no tenía nada (más) que perder. De todos los candidatos
de la ciudad yo escogí el mejor para mi situación, pero ni él ni yo lo sabíamos
cuando dijimos: nos vemos a las cinco treinta. La vida es así, lo que para unos
puede ser una roca, para otros puede ser un diamante y como dice Facundo Cabral
–El amor no se muere, solo cambia de lugar-. Y como me ha pasado a mí, el amor
solo cambia de cama.
Mucha música country, felíz cumpleaños a mi
Comentarios
Publicar un comentario