Tercera parte


Para tener un discurso perfecto hay que comenzar siempre con una historia. Mis números de buena suerte son los múltiplos de tres, por ejemplo el sesenta y nueve es mi número favorito. No viene al caso decir todas las veces que me he beneficiado, pero yo igual que el resto de la gente busco relacionar los números entre sí para encontrar cosas mágicas. En la siguiente escena estaba yo rompiendo esquemas, enamorando a mi nuevo novio, a su hijo y a su roomie. Pasamos tres días juntos como una familia. Posiblemente éramos cuatro personas desarregladas que encontraba una tregua un domingo por la tarde. El último día nos despedimos y estábamos afuera del lobby del hotel dejando pero sin querer dejar. A mí no me gustan y nunca me han gustado los niños pero Silas se ganaba de manera instantánea mi corazón y yo me ganaba el de su papá. Qué locura. Yo puedo escribir cualquier cosa y cualquier mentira pero no puedo describir lo cursi que fue todo. Y lo quiero escribir para nunca olvidarlo pero no me quiero sentir ridícula de mi misma. De todos los candidatos posibles para llevar a cabo mi venganza escogí al mejor y él me escogió a mí. Qué hacía yo en esa ciudad olvidada de la fría Canadá, otros motivos me llevaron hasta ahí y yo salía con nuevas razones. No hicimos nada en especial pero para todos era algo nuevo y por eso nos divertíamos tanto. Nos tomamos fotografías para no olvidarnos. Al menos nosotros comprendíamos y aceptábamos desde nuestra experiencia la situación: a lo mejor volvíamos a vernos, a lo mejor no, pero Silas no entendía por qué tenía que irme y por qué no podía volver, por ejemplo, para las vacaciones de verano. No quería quedarme sin contar esta historia; por los motivos que sean, tal vez solo estoy emocionada y sorprendida de mi capacidad para resolver problemas, de mi poca tolerancia al fracaso, de mi buena suerte en algunas cosas pero en  los casinos no, de los billetes canadienses que parecen del monopoly, de qué en la despedida Cliff me besaba la frente y Silas me abrazaba de la panza. Fue divertido conocerlos, gracias por todo, dije para decir adiós. No podía ni quise hacer ninguna promesa. ¿Para qué?



Solo hay dos tipos de despedidas
Firma Carol

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